domingo, 28 de octubre de 2012

La ausencia de Karol


-No señor, no vi, ni escuché nada.
-¿Quiénes estaban en el edificio?
-Mi vecina doña Margot, una señora muy viejita y yo. Los demás salieron a pasar el fin de semana fuera de la ciudad.
-¿Y no escuchó nada? – me volvió a preguntar.
-No señor – nada.

Mi estómago está a punto de devolver la pizza, no sé si por la imagen que tengo en frente o por lo que estoy diciendo. No soporto un minuto más ver al teniente, y si sigue preguntando a lo mejor terminaré diciendo que sí había visto y oído algo.

sábado, 27 de octubre de 2012

Su última caricia


-   Vuelvo a la casa donde pasé mi infancia, asusta. Entro y recorro las habitaciones, huele a humedad, las puertas tienen gorgojo, las ratas se intimidan al escuchar mis pasos. Llego al patio de mis juegos,  imagino la golosa que dibujamos con las tizas robadas del colegio. Toco los muros, que eran blancos, y veo las macetas de geranios, hortensias y helechos que colgaba mi madre.  Me sorprende ver todavía algunas huellas marcadas con la escalera,  me da tristeza, la utilizábamos para ver a Firpo, el perro del vecino. Se alborotaba con la algarabía del juego, subíamos a ver a ese  gigante gris con manchas en todo el cuerpo, vivía en un pasillo largo y angosto, lleno de matas  y rosales secos con muchas espinas. Las paredes tenían  grietas y lama, el dueño solía dejarlo abandonado y sin comida.  Nos daba miedo cuando saltaba y alcanzaba a tocar con las patas el borde del muro que nos separaba. Nuestra mascota ladraba también, trepaba el primer peldaño y caía, como un resorte se levantaba de nuevo a seguir ladrando. Compañeros de juegos éramos los cuatro, aunque a veces pensaba que Firpo era un  perro fantasma. 

miércoles, 10 de octubre de 2012

EL AUTITO



Domingo por la mañana, Abelardo con la camiseta del equipo favorito escucha el partido de fútbol, se toma la pocholita  mientras policha su amado escarabajo. Con un trapo, saca brillo de lo  más escondido del autito, se siente orgulloso, está quedando como nuevo. E
l pulso se le acelera, ya no sonríe y un grito se escucha por todo el vecindario.

-¡Pauuuuuuuuuuula!