martes, 1 de abril de 2014

Una mentira para Micaela



Bajé despacio la escalinata del avión, esperaba ver los brazos levantados de mis padres y de Pastora. La emoción me confundió, movía las manos saludando a desconocidos que se asomaban de reojo por el ventanal del corredor. No vi a mi familia y mi sonrisa terminó en un gesto de intranquilidad, recorrí el pasillo con una sensación extraña en el pecho.  Las maletas pasaron frente a mi muchas veces, con ansiedad apreté el gato de peluche que le llevaba a Jesús. - ¿Es usted Elba del Castillo? - Supe que algo había pasado, llevé las manos al rostro y comencé a llorar.

Micaela me esperaba en la entrada de la casa, no tuve valor para hablarle, se acercó y me abrazó con tanta fuerza que sólo en ese momento pude llorar y gritar, Jesús pegado a las piernas de la abuela lloraba sin entender qué pasaba, lo alcé  y le entregué el peluche, diciendo en voz baja: - Jamás te voy a abandonar