─Madre tienes el pelo tan largo y sin brillo.
─Sí hija pero ve tú, entra rápido o pierdes el
turno.
─ ¿Y tú qué vas a hacer mientras?
Miré alrededor y vi una iglesia.
─ Voy a sentarme justo en esa banca a leer.
─ Ma, por favor ahí sentada, no te vas para otro
lado, siempre que salimos te desapareces y vuelves muerta de la risa viendo
cómo nos angustiamos.
─ Camino unos pasos y ustedes se agobian.
─ ¡Ma, aquí por favor, no te muevas!
─ Sí, lo prometo, vete ya.
He pasado por la plazoleta muchas veces y jamás se
me había ocurrido entrar a la Iglesia, no sé ni cómo se llama. Miré de reojo
los dibujos de la bóveda, las columnas tenían humedad y comenzaban a
desmoronarse. Caminé por una de las naves laterales, las estatuas parecían
tener vida muerta ¿Embalsamadas? Daban la extraña sensación de ser
personas, ojos vidriosos, toqué la cabeza de una de ellas y me reí, se parece a
mi vecino desparecido hace dos años, sin embargo la sensación al pasar mis
dedos por el pelo fue repugnante era …pelo de verdad.