viernes, 2 de septiembre de 2022

Summis desiderantes

 

Los secretos se guardan en la mente, en el corazón y en la tierra. A veces el corazón los quiere lanzar y la mente no deja hasta que un día la tierra cansada de guardar tantos secretos los bota a la superficie.

Papá anoche tuve un sueño extraño. En la mitad del parque trece asnos hacían un círculo y yo desde la ventana de mi cuarto los veía. Ellos sintieron mi presencia y al voltear las cabezas vi que sus ojos eran rojos, luminosos, cerré la cortina, asustada. Hija era un sueño y los sueños quedan ahí, tranquila que son meras pesadillas. Pa… siempre me dijiste que mamá sufría de pesadillas, últimamente sueño con ella y palabras extrañas. Lili, ya te dije, solamente son sueños.

Aníbal toma el morral, revisa la cámara, los objetivos, la batería extra, el trípode. hace muchos años que no va a los Farallones. El celular, qué más me falta…bueno ahora tenemos toda esta tecnología y es imposible perdernos como aquella noche.

La maldición de las plumas

 

Las hojas del ginkgo y del bambú rodean la  laguna  y caen como  una cascada verde sobre el agua iluminada por los rayos dorados y las naranjas del atardecer. Sentado sobre una piedra Haruki observa una masa plateada que rodea a Akina. Parece una sirena custodiada por un cardumen, se mueve junto a ella, va a la orilla y Akina emerge  como una diosa. El viento del este la envuelve y la brisa revuelve la cabellera al mismo tiempo que a las hojas de los árboles. Cierra los ojos, suspira, sonríe. Abre los ojos, mira a Haruki y  pregunta.

— ¿Escuchas?

— No, nada

— Los trinos del zorzal, el ruiseñor y la alondra. Mensajes que los dioses me susurran a través de ellos

—¿Y el sonido del cormorán hace parte de tus sonidos preferidos? 

— No, no, ese me da miedo, me produce tristeza.

 

viernes, 29 de abril de 2022

Las dos guerras


Las dos guerras

Tomás, Rafael y Antonio, se sientan en las escalinatas de la iglesia. La bruma se disipa y deja ver a los campesinos bajando de los caballos. Las mujeres organizan los canastos con huevos, queso, frutas y verduras para la venta en la plaza mayor.

No es justo luchar en una guerra que no nos corresponde, dejar a nuestras mujeres, hijos, a la familia entera.

¿Que no es justo? ¡Claro que sí Tomás! Si no paramos al enemigo, acabaremos en la ruina y más jodidos de lo que estamos.

Antonio, no estoy de acuerdo, no deseo ir a combatir. ¿A combatir con quién? ¿Con nosotros mismos? Yo voy porque mi padre me lo exige y quiere un país digno según él.

Tomás tu padre tiene razón, la guerra servirá para darle a nuestros hijos un sitio mejor.

No lo creo Rafa.

Rafael bota el cigarrillo y un chiquillo lo recoge, desaparece entre la algarabía del pueblo. Rafa lo mira alejarse, se quita la ruana, la extiende en el suelo y se recuesta sobre ella.

Te apoyo Tomás, no deseo ir a una guerra que nada bueno nos traerá, miren ese chiquillo, apenas tendrá 10 años y es huérfano, su padre estuvo con el ejército y la madre se enloqueció al saber que los rebeldes lo habían matado. No quiero eso para mis hijos y por eso apoyo la guerra, más no quiero ir. Tengo miedo. Cierra los ojos y los abre al sentir que  Antonio le toca el hombro.
─ Vamos hombre es hora de irnos.
Tomás, Antonio y Rafael descienden con lentitud, en silencio por la ladera de la colina.