domingo, 28 de octubre de 2012

La ausencia de Karol


-No señor, no vi, ni escuché nada.
-¿Quiénes estaban en el edificio?
-Mi vecina doña Margot, una señora muy viejita y yo. Los demás salieron a pasar el fin de semana fuera de la ciudad.
-¿Y no escuchó nada? – me volvió a preguntar.
-No señor – nada.

Mi estómago está a punto de devolver la pizza, no sé si por la imagen que tengo en frente o por lo que estoy diciendo. No soporto un minuto más ver al teniente, y si sigue preguntando a lo mejor terminaré diciendo que sí había visto y oído algo.


Subo a mi apartamento  con desasosiego, boto con ira  todo lo que encuentro a mi paso, grito y me siento a llorar. Recojo las cosas y acomodo los cojines en una esquina del sofá, esos cojines adornaban la sala de Karol, lo único que me gustaba del apartamento, aunque nunca estuve de acuerdo que viviera en un  garaje. No tiene muebles,  grandes almohadones en el suelo adornan la pequeña sala, un mini comedor con butacas ordinarias y una habitación de paredes oscuras, porque a mi amiga le gusta el color negro. Una manguera con luz de neón encuadra la alcoba, grupos de rock en afiches puestos  en desorden,  enmarcan la cama sin tender con sábanas  negras que huelen a mugre.

El verano no ha sido clemente este año, el calor es infernal y tengo  la sensación que las paredes caen sobre mí. Me siento intranquila,  Karol no se ha comunicado.  El aire acondicionado no sirve y eso me altera,  todo me altera, me desespera no poder dormir, tener pesadillas, me pongo irritable, siento como si hubiera ido a un bar a tomar toda la noche. Me quedo dormida sobre el escritorio  y el jefe ya me ha llamado la atención en varias ocasiones, pidió que fuera al psiquiatra de la empresa, el estrés, me dice el jefe, no está permitiendo que rinda.

El psiquiatra me pidió escribir las pesadillas que tengo, veo la imagen que quiero expresar pero no  puedo dejarla en el papel, miro la hoja blanca, sin poder al menos, escribir  mi nombre, divago un rato acerca de la voz que pide auxilio, en el ruido de los pasos al correr, vuelvo a la hoja en blanco y sin darme cuenta he dibujado espirales, rayas,  clavos, gotas de sangre, flores. Cierro los ojos por un segundo  y escucho gritos  pidiendo auxilio,  escribo 20 de julio, el día que me atormenta. Garabateo otra vez y sigo escribiendo:

Despierto sudando, no puedo seguir con las pesadillas, prefiero los sueños eróticos, pienso en mi amiga que no ha vuelto, ni ha llamado, desparece por días pero nunca se había demorado tanto. Un mes antes escuché unos gritos pidiendo auxilio, pensé que estaba soñando, me di la vuelta y seguí durmiendo. Volví a escucharlos,  fui hacia la ventana, miré la calle, las casas del frente, no vi nada, bajé la hoja de la persiana y me disponía a volver a la cama cuando oí movimientos extraños, de nuevo levanté la persiana, vi  la sombra de dos personas y sentí  unos pasos que corrían con mucha prisa. Rápido fui  a los cuartos, miré por todas las ventanas, busqué  esos pasos, esas sombras, sólo escuché el silencio.

Intento escribir de nuevo, con  pereza, me levanto a preparar una aromática, recuerdo que no he tomado la medicina que el psiquiatra me formuló y trago dos píldoras al tiempo.

Esa noche dormí intranquila, otra vez, me imagino que Karol me abraza pero no es ella, es un ser oscuro con alas, me mira fijo, trata de decir algo. Vuela por el cuarto, cae sobre mi cama, se pega contra el espejo y se va, deja un olor nauseabundo.

El insomnio me perturba, las pesadillas, el olor que mi olfato no soporta, la ausencia de Karol, la bulla de las vecinas, sobre todo eso, el chillido de las voces de ellas, que hablan al tiempo, sin entenderles ni una palabra: que la compañía de gas no encontró  la fuga,  que el olor es insoportable, que si sé algo de Karol, que el miedo a una explosión no las deja tranquilas. No me interesa escucharlas, desde aquella noche no puedo dormir y la fuga de gas me tiene sin cuidado.

Preparo un café y me tomo tres cápsulas, llevo  varios días sin tomarlas, quiero estar consciente de la pesadilla que tuve durante el rato que dormí. Mi libreta tiene garrapatas en vez de letras, ni yo misma entiendo. Trataré de escribir despacio.
Karol se sentía deprimida. Sacó una botella de whisky y tomó un sorbo, se vio en el reflejo de la ventana, estaba muy delgada, eso la deprimió más, tomó el  bolso y salió a encontrarse con el Zungo, compró algunas pastillas, quería sexo y lo invitó al apartamento. La reunión no resultó tan íntima como ella lo había deseado, él llegó con un amigo. Se sentaron a disfrutar las píldoras y el whisky que Karol había empezado en la tarde. Le reclamó caricias al Zungo, que furioso le dio un golpe que la lanzó al piso, lo maldijo varias veces. Se volvió loco, tomó el cuchillo de la cocina y se arrodilló junto a ella,  le cortó la mejilla, sentía su respiración y cómo la sangre iba recorriendo la cara,  la mano y llegaba al suelo. El amigo del Zungo la golpeó. Con esfuerzo Karol se levantó y tomó la escoba lanzándose  sobre ellos. La tomaron con fuerza, le quitaron la escoba, la partieron  en dos pedazos. Frenéticos, cada uno tomó una parte del palo, y se los  clavaron en el muslo, en el brazo, una y otra vez,  Karol percibió el gozo en ellos. Se sintió muy débil,  la  arrastraron por el pasillo hasta la alcoba,  el último golpe fue en el pecho con el cuchillo de la cocina. Fatigados por la lucha quedaron inmóviles un rato, luego salieron apresurados  y se sintieron  unos pasos que corrían con mucha prisa.
Escribir me hace sentir agitada,  duermo el resto de la noche, todo el día siguiente, despierto con hambre, busco algo que se pueda comer  en la nevera, no hay nada, es muy tarde para salir a comprar, decido pedir una pizza a domicilio. La película que estoy viendo me hace pensar en Karol, tomo el frasco de la medicina y saco del fondo, la llave del apartamento de ella. Sé que es sólo para emergencias y esta es una de ellas.

Está oscuro, el corazón me salta con cada peldaño que bajo, el olor es insoportable, las vecinas llevan días diciendo que hay una fuga de gas. Me cuesta abrir la puerta, prendo la luz y la imagen que tengo frente a mí, hace que mis piernas tiemblen. No soporto el olor, huellas de manos ensangrentadas en la pared dibujan un trayecto hasta la cama, me agacho y ahí está mi amiga, el cuerpo hinchado, con el cuchillo de la cocina en el pecho. Me dan náuseas, tambaleo y grito pidiendo auxilio.

Nadie quiere pasar  frente al apartamento de Karol, huele a miedo y el pánico envuelve al edificio. Me tomo unos días de vacaciones y salgo de viaje, al regresar abro la puerta del edificio y frente al apartamento de Karol, un niño  juega con un camión de madera. Hola, soy Danny y vivo aquí – señala el apartamento de Karol -.Me toma  de la  mano y  me invita a  conocer su nueva casa. Me falta el aire.

Los vecinos no quieren que los recién llegados sepan del asesinato. Con la llegada de ellos se respira paz  en el  edificio y la ausencia de Karol  se empieza a olvidar. Apago el computador – ahh la medicina -. No importa, llevo dos semanas sin tomarla y no ha pasado nada, estoy tan cansada que me echo sobre la cama aún vestida.  Las  pesadillas vuelven, me muevo, gimo, tengo visiones del cuarto de Karol, de la sangre y mi mano con el cuchillo de la cocina.
Abro los ojos y escucho el llanto de un niño que  grita y pide auxilio. Las paredes se mueven y se estrechan, la habitación da vueltas y me siento impotente ante la imagen que veo de nuevo.

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