Nadie
volvió a saber nada de Mildred. Nadie la encontró nunca.
Patricia Highsmith
La casa será tuya algún
día. Será el refugio de nuestra vejez, me dijo tu abuelo. Él y yo dejamos la
ciudad y vinimos al campo. El lote tenía una casa y un lindo jardín con muchos
árboles, ¿sabes qué fue lo que más me gustó? El bosque detrás de la casa, a donde
venían ardillas, zarigüeyas, colibríes y montones de aves. Una vez, no sé si me lo soñé, vi
un venado. La primera casa la tumbamos y construimos la que siempre soñamos,
queríamos que tu mamá y tu tío tuvieran un sitio donde correr, ser felices, por
eso pusimos los prados como tapetes y sembramos aguacates, naranjos y
limoneros. A la entrada veraneras y platiceros, y en los balcones, geranios,
pensamientos, orquídeas y las que más me gustan, las gerberas. De acá nadie me
saca caminando, saldré con las patas pa´lante, decía tu abuelo. Era una
tradición cuando alguien moría, se ponía el cadáver con los pies mirando la
salida. Sabes, creo que yo también saldré con
las patas pa´lante.
— Abuela me has contado la misma historia muchas veces.
— Sí Lucas, es que hoy estoy nostálgica.
— Ven abuela, vamos a ver hormigas rojas llevando hojas, a
recoger piedras y lanzarlas al río y para que no estés triste, vamos a ver tu
bosque donde las ramas te acarician.
Clemencia y Lucas solían ir al bosque en busca de dragones y
princesas. Unas veces las espadas eran de príncipes medievales y otras de
láser, de las que cambian de color con el movimiento. Lucas las blandía para
defender a la princesa que amarrada a un árbol gritaba: ¡Ayuda, que alguien me
ayude! Y entonces con la espada él llegaba para salvarla. Besaba su mano y
seguía de paseo con la abuela.
En las tardes de lluvia
preferían ver películas, la abuela era sometida a sesiones interminables de
dibujos animados y se quedaba dormida, otras veces era él quien se quedaba
dormido, por el pacto que hicieron, ella veía los manga y él tenía que ver las
películas que a la abuela le gustaban, algunas de terror que lo asustaban. En
ocasiones ella sacaba collares, hilos, aretes y los desbarataba. Una tarde
abrió una bolsa de pana verde, hizo rodar unas pepas hermosas de colores
brillantes, Lucas las tomó y preguntó por ellas. Me las trajo tu abuelo de la
India, son preciosas, nunca hice nada con ellas. ¿Abuela puedo hacerte algo?
¡Un anillo! Está bien, toma este aro y pégale la pepa que más te guste. Lucas
escogió una deforme, azul oscuro con visos verdes y matices claros, tenía
incrustaciones de marfil y rubíes. Y cuando terminó peguntó ¿te gusta
abuela? Ella intentó ocultar las lágrimas y le dio un beso largo en la
mejilla. Hizo que le pusiera el anillo y la declarara princesa del bosque
hechizado. ¡Jamás me lo quitaré príncipe hermoso! ¡Jamás!
Alba entra a la
casa cargada de las compras que hizo en el supermercado. Quiero que sepas, le
dijo a Clemencia, que quedan alimentos y agua embotellada, en caso de
terremoto, o porque tengas que salir huyendo. ¿Mamá, por qué huyendo? Como
están las cosas es mejor cambiar de país, buscaremos asilo o iremos por la
trocha.
— ¿Abuela
tú vas con nosotros a otro país?
— No Lucas, yo
me quedo, acuérdate que te dije, a mí me sacan pero con los patas pa’lante.
— Mamá… ¿no
sería más fácil si salimos todos juntos?
— No
discutamos, ustedes viajan y yo me quedo. Y que no se discuta más. Iré a la
casa de tu tío, así que cuando regreses no estaré.
Se dieron un
abrazo muy largo y a ambas los ojos se les aguaron. Alba le pidió a Lucas que
estuviera con su maleta listo a las tres. Mamá, ayúdame a que eche todo, que no
se olvide de nada, ah, y no lleves todo, Lucas.
Arreglaron la
maleta y la dejaron lista junto a la puerta, bajaron al sótano a mirar los
álbumes de viejas fotografías que ella le quería compartir antes de que se
fuera. Pero en un momento el niño le dijo, abuela, estoy aburrido, ¿jugamos?
¿Está bien, a qué jugamos? A que tú eres una princesa a la que
encerraron los malos en una torre durante 300 años, amarrada, sin comida, sin
agua, sin nada, hasta que viene el príncipe y te rescata. ¿Y cómo sé que me va
rescatar? Porque el príncipe soy yo, pero antes te amarro las manos y los pies
con cinta de embalar ¿Recuerdas el video que vimos? ¡No corazón, no me amarres!
¿Cómo me vas a hacer eso? ¡Sí abuela, es un juego, este sótano es la torre en
medio del bosque y yo ahora soy el malo, después me convierto en bueno y te
salvo!
Lucas buscó la
viga más gruesa de la torre, apareció con tres rollos de cinta, un lazo, unas
bolsas plásticas y me amarró, Abue, como estás tan gorda traje tres. Siéntate
con la espalda contra la viga para que te pueda amarrar. Primero me ató las
manos por detrás y dijo ¡Te quitaré el anillo! ¡No por favor, no, no, es un
regalo, haré lo que usted diga! Princesa usted se quedará 300 años
amarrada y cuando yo termine de conquistar el mundo, vengo y la salvo. Después
con la cinta ancha dio dos vueltas alrededor de mi boca, me amarró con más
cinta a la viga, tal como vimos en el video, con el lazo me fue enrollando
varias veces de la cabeza a los pies, y para terminar hizo un nudo ciego en los
extremos.
— Princesa,
quedaste como una momia. ¡Me iré a conquistar el mundo!
Lucas sube las
escaleras, va a la nevera a buscar un yogurt, corre al salón y prende la
televisión, es la hora de su programa favorito que pasa todos los días a las
dos treinta, Misión Planeta. Alba llega agitada.
—Hijo, salimos
ya, apaga y vámonos, nos están esperando.
— ¡La abuela,
la abuela!
— Ella dijo que
iba a donde tu tío, vamos, vamos.
Lucas se
resiste ¡la abuela está en el sótano! le grita, ella no accede, el pequeño
patalea, Alba lo abraza. Mamá mi abuela no salió. Sí, sí, ya salió, deja de
preocuparte, compórtate. Escucharon que el auto pitaba varias veces. El chofer
apareció para decir que el tiempo se agotaba, recogió la maleta y ella con el
chico alzado salió y cerró la puerta.
Subieron al
auto como si los estuvieran persiguiendo y echaron a rodar alejándose
precipitadamente de la casa que el abuelo construyó para que les sirviera de
refugio en la vejez.
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