jueves, 29 de abril de 2021

La cinta del olvido

 

Nadie volvió a saber nada de Mildred. Nadie la encontró nunca. 

Patricia Highsmith

 

La casa será tuya algún día. Será el refugio de nuestra vejez, me dijo tu abuelo. Él y yo dejamos la ciudad y vinimos al campo. El lote tenía una casa y un lindo jardín con muchos árboles, ¿sabes qué fue lo que más me gustó? El bosque detrás de la casa, a donde venían ardillas, zarigüeyas, colibríes y montones de aves. Una vez, no sé si me lo soñé, vi un venado. La primera casa la tumbamos y construimos la que siempre soñamos, queríamos que tu mamá y tu tío tuvieran un sitio donde correr, ser felices, por eso pusimos los prados como tapetes y sembramos aguacates, naranjos y limoneros. A la entrada veraneras y platiceros, y en los balcones, geranios, pensamientos, orquídeas y las que más me gustan, las gerberas. De acá nadie me saca caminando, saldré con las patas pa´lante, decía tu abuelo. Era una tradición cuando alguien moría, se ponía el cadáver con los pies mirando la salida. Sabes, creo que yo también saldré con las patas pa´lante.


 

— Abuela me has contado la misma historia muchas veces.

— Sí Lucas,  es que hoy estoy nostálgica.

— Ven abuela, vamos a ver hormigas rojas llevando hojas, a recoger piedras y lanzarlas al río y para que no estés triste, vamos a ver tu bosque donde las ramas te acarician.

 

Clemencia y Lucas solían ir al bosque en busca de dragones y princesas. Unas veces las espadas eran de príncipes medievales y otras de láser, de las que cambian de color con el movimiento. Lucas las blandía para defender a la princesa que amarrada a un árbol gritaba: ¡Ayuda, que alguien me ayude! Y entonces con la espada él llegaba para salvarla. Besaba su mano y seguía de paseo con la abuela.

 

En las tardes de lluvia preferían ver películas, la abuela era sometida a sesiones interminables de dibujos animados y se quedaba dormida, otras veces era él quien se quedaba dormido, por el pacto que hicieron, ella veía los manga y él tenía que ver las películas que a la abuela le gustaban, algunas de terror que lo asustaban. En ocasiones ella sacaba collares, hilos, aretes y los desbarataba. Una tarde abrió una bolsa de pana verde, hizo rodar unas pepas hermosas de colores brillantes, Lucas las tomó y preguntó por ellas. Me las trajo tu abuelo de la India, son preciosas, nunca hice nada con ellas. ¿Abuela puedo hacerte algo? ¡Un anillo! Está bien, toma este aro y pégale la pepa que más te guste. Lucas escogió una deforme, azul oscuro con visos verdes y matices claros, tenía incrustaciones de marfil y rubíes. Y cuando terminó peguntó ¿te gusta abuela?  Ella intentó ocultar las lágrimas y le dio un beso largo en la mejilla. Hizo que le pusiera el anillo y la declarara princesa del bosque hechizado. ¡Jamás me lo quitaré príncipe hermoso! ¡Jamás!

 

Alba entra a la casa cargada de las compras que hizo en el supermercado. Quiero que sepas, le dijo a Clemencia, que quedan alimentos y agua embotellada, en caso de terremoto, o porque tengas que salir huyendo. ¿Mamá, por qué huyendo? Como están las cosas es mejor cambiar de país, buscaremos asilo o iremos por la trocha.

 

— ¿Abuela tú  vas con nosotros a otro país?

— No Lucas, yo me quedo, acuérdate que te dije, a mí me sacan pero con los patas pa’lante.

— Mamá… ¿no sería más fácil si salimos todos juntos?

— No discutamos, ustedes viajan y yo me quedo. Y que no se discuta más. Iré a la casa de tu tío, así que cuando regreses no estaré.

 

Se dieron un abrazo muy largo y a ambas los ojos se les aguaron. Alba le pidió a Lucas que estuviera con su maleta listo a las tres. Mamá, ayúdame a que eche todo, que no se olvide de nada, ah, y no lleves todo, Lucas.

 

Arreglaron la maleta y la dejaron lista junto a la puerta, bajaron al sótano a mirar los álbumes de viejas fotografías que ella le quería compartir antes de que se fuera. Pero en un momento el niño le dijo, abuela, estoy aburrido, ¿jugamos?  ¿Está bien, a qué jugamos?  A que tú eres una princesa a la que encerraron los malos en una torre durante 300 años, amarrada, sin comida, sin agua, sin nada, hasta que viene el príncipe y te rescata. ¿Y cómo sé que me va rescatar? Porque el príncipe soy yo, pero antes te amarro las manos y los pies con cinta de embalar ¿Recuerdas el video que vimos? ¡No corazón, no me amarres! ¿Cómo me vas a hacer eso? ¡Sí abuela, es un juego, este sótano es la torre en medio del bosque y yo ahora soy el malo, después me convierto en bueno y te salvo!  

 

Lucas buscó la viga más gruesa de la torre, apareció con tres rollos de cinta, un lazo, unas bolsas plásticas y me amarró, Abue, como estás tan gorda traje tres. Siéntate con la espalda contra la viga para que te pueda amarrar. Primero me ató las manos por detrás y dijo ¡Te quitaré el anillo! ¡No por favor, no, no, es un regalo, haré lo que usted diga!  Princesa usted se quedará 300 años amarrada y cuando yo termine de conquistar el mundo, vengo y la salvo. Después con la cinta ancha dio dos vueltas alrededor de mi boca, me amarró con más cinta a la viga, tal como vimos en el video, con el lazo me fue enrollando varias veces de la cabeza a los pies, y para terminar hizo un nudo ciego en los extremos.

 

— Princesa, quedaste como una momia. ¡Me iré a conquistar el mundo!

 

Lucas sube las escaleras, va  a la nevera a buscar un yogurt, corre al salón y prende la televisión, es la hora de su programa favorito que pasa todos los días a las dos treinta, Misión Planeta. Alba llega agitada.

 

—Hijo, salimos ya, apaga y vámonos, nos están esperando.

— ¡La abuela, la abuela!

— Ella dijo que iba a donde tu tío, vamos, vamos.

 

Lucas se resiste ¡la abuela está en el sótano! le grita, ella no accede, el pequeño patalea, Alba lo abraza. Mamá mi abuela no salió. Sí, sí, ya salió, deja de preocuparte, compórtate. Escucharon que el auto pitaba varias veces. El chofer apareció para decir que el tiempo se agotaba, recogió la maleta y ella con el chico alzado salió y cerró la puerta.

 

Subieron al auto como si los estuvieran persiguiendo y echaron a rodar alejándose precipitadamente de la casa que el abuelo construyó para que les sirviera de refugio en la vejez. 

 

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